lunes, 29 de octubre de 2012

Me dijiste se acabó, y fueron tus últimas palabras.


No te diré que no estaré contigo siempre
sólo porque la muerte esté esperando.
No te diré que te querré eternamente
porque poco a poco ya te estoy olvidando.
No te diré que no te muevas, que yo he bailado mucho,
te limpiaré las lágrimas con las manos que te las provocaron.
Tú necesitabas un hombre experto, y yo una mujer a la que nadie hubiese tocado,
puños de hierro siempre encuentran pómulos muy duros.
Tu cabeza ladra como un eunuco en celo,
llegó el momento en el que tus esperanzas
caminando a gatas se encontraron con tus celos.
Nunca hubiera imaginado que alguien sin nabo,
ni brazos ni autoestima, pudiera volverse tan loca
como para querer tomar el rumbo de su vida.
Sí, mi bella princesa, la más dulce, la más bonita,
la que tiene tanta belleza, que ese par de
tetas no necesitan cabeza, que ese par de
ojos no necesitan letras, que este par de
oídos no se merecen queja, y que ese par de
labios sólo necesitan mi lengua. Grita, grita,
a ver si algún vecino entra por la puerta y me dice que es mejor marido que yo.
Por tu felicidad mil molestias, por la mía diez calvarios,
y ni mil diez denuncias por maltrato impedirán que amanezca.
Sintiendo que lo sacrificado no había merecido la pena,
sin cigarro, ni botella, ni bañera donde cortarse las venas,
con los recuerdos, y los besos, y las pasiones olvidadas,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras,
me dijiste se acabó y fueron tus últimas palabras.

Víctor Castilla. 28 de Octubre de 2012, de madrugada.