Me he metido con no se qué santo- sin darme cuenta, prometido, que a mí las blasfemias me las transcribe el subconsciente-, y un miembro de una archicofradía se ha ofendido y me ha pedido amablemente que me retracte. Que diga que ese santo de cuyo nombre no logro acordarme era una persona muy buena, que se cogía él mismo el dobladillo del pantalón, que nunca se iba de putas y que el culo le olía a romero. Pues bien, no quisiera yo desobedecer a un miembro importante de una archicofradía, llega a ser de una cofradía a secas y a lo mejor sí, pero al de una archicofradía... ahí ya se me encoge la pluma.
Este santo al que difamé gratuita e impunemente, era un santo bueno, como todos los santos. Un santo de los de verdad, cumplía todos los requisitos que la Iglesia exige para santificar a alguien, un representante pontificio especialista en milagros firmó un certificado compulsado por el Vaticano acreditando todos y cada uno de sus milagros, no vayamos a pensar que se inventan las cosas. Era un santo generoso, como todos, su gigantesca generosidad solo conocía los límites de su riqueza. Daba de comer a los niños, de paso los evangelizaba, pero eso es lo de menos. Él les alimentaba el alma con la palabra del señor sin cobrarles un centavo y encima les daba de comer, no me explico cómo aguantaba esta situación sin querer sacar provecho del asunto... cosa de santos. Fue siempre muy atento con su familia. Nada más ingresar en la corte papal, se los trajo consigo para que pudieran experimentar de primera mano la dura vida del Vaticano, donde, día sí y día no, tenían que hacerle frente a una gotera, o a un trozo de carne poco hecho, o a un vino pasado de fecha... Por insólito que nos parezca, su familia no quiso abandonar a su hijo y accedió a trasladarse definitivamente a la ciudad santa conociendo el horrible destino que les deparaba.
Por si esto fuera poco, este santo fue tesorero del Vaticano, y tuvo que ver pasar dinero por sus manos todos los días durante toda su vida, con la constante tortura de poder llevarse solo la mitad de los porcentajes, y sólo una vez al mes... Ya quisiéramos que nuestros políticos de hoy en día fueran tan honrados... ya me gustaría verles a ellos teniendo que llevarse solo la mitad de lo que pasa por sus manos...
Por increíble que nos parezca, ninguno de estos sacrificios sirvió para que su vida fuera considerada ejemplar ante los ojos del creador. Pero esto no le supuso un gran problema, para eso está el arrepentimiento. Y es que no hay nada que le guste más a Dios que ver a una persona arrodillada y auto-flagelándose para pedirle perdón. Y ya tuvo que ponerse Dios cachondo viendo suplicar a este santo, que ni el Papa pudo llevarle la contraria al altísimo. Nuestro santo no sólo se libró de las llamas del infierno, sino que a los pocos años de su muerte, ya era santo.
Para finalizar, quisiera instar a sus excelencias y autoridades eclesiásticas a que se decidan por fin a santificar en vida. Para que al menos se lleven una alegría antes de reunirse con el creador, en vista de la escasez y las penurias que se ven obligados a soportar. En fin, que de tanto atarle los cojones a San Cucufato al final se le acaban inchando
Este santo al que difamé gratuita e impunemente, era un santo bueno, como todos los santos. Un santo de los de verdad, cumplía todos los requisitos que la Iglesia exige para santificar a alguien, un representante pontificio especialista en milagros firmó un certificado compulsado por el Vaticano acreditando todos y cada uno de sus milagros, no vayamos a pensar que se inventan las cosas. Era un santo generoso, como todos, su gigantesca generosidad solo conocía los límites de su riqueza. Daba de comer a los niños, de paso los evangelizaba, pero eso es lo de menos. Él les alimentaba el alma con la palabra del señor sin cobrarles un centavo y encima les daba de comer, no me explico cómo aguantaba esta situación sin querer sacar provecho del asunto... cosa de santos. Fue siempre muy atento con su familia. Nada más ingresar en la corte papal, se los trajo consigo para que pudieran experimentar de primera mano la dura vida del Vaticano, donde, día sí y día no, tenían que hacerle frente a una gotera, o a un trozo de carne poco hecho, o a un vino pasado de fecha... Por insólito que nos parezca, su familia no quiso abandonar a su hijo y accedió a trasladarse definitivamente a la ciudad santa conociendo el horrible destino que les deparaba.
Por si esto fuera poco, este santo fue tesorero del Vaticano, y tuvo que ver pasar dinero por sus manos todos los días durante toda su vida, con la constante tortura de poder llevarse solo la mitad de los porcentajes, y sólo una vez al mes... Ya quisiéramos que nuestros políticos de hoy en día fueran tan honrados... ya me gustaría verles a ellos teniendo que llevarse solo la mitad de lo que pasa por sus manos...
Por increíble que nos parezca, ninguno de estos sacrificios sirvió para que su vida fuera considerada ejemplar ante los ojos del creador. Pero esto no le supuso un gran problema, para eso está el arrepentimiento. Y es que no hay nada que le guste más a Dios que ver a una persona arrodillada y auto-flagelándose para pedirle perdón. Y ya tuvo que ponerse Dios cachondo viendo suplicar a este santo, que ni el Papa pudo llevarle la contraria al altísimo. Nuestro santo no sólo se libró de las llamas del infierno, sino que a los pocos años de su muerte, ya era santo.
Para finalizar, quisiera instar a sus excelencias y autoridades eclesiásticas a que se decidan por fin a santificar en vida. Para que al menos se lleven una alegría antes de reunirse con el creador, en vista de la escasez y las penurias que se ven obligados a soportar. En fin, que de tanto atarle los cojones a San Cucufato al final se le acaban inchando
Víctor Castilla, 13 de Diciembre de 2011, 3:41 H.
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